Como cuando has visto demasiadas telenovelas y se te nota
-No soy una puta –escupió Sara con altivez -. Soy una dama, la hija de un duque…
-Eres una mentirosa traicionera. Sí, soy un vizconde, y también soy el hombre que salvó a tu maldita familia de la ruina, ¿cuándo piensas entenderlo? –rugió Julián con enfado -. Creía que eras demasiado buena para mí, la señorita perfecta, pero confiaba en que lograrías amarme… Y luego descubrí que te revolcabas con el pupilo de tu padre en el granero. ¡Aceptaste mi dinero y fingiste quererme para reírte en mi cara! ¡Yo no era lo suficientemente bueno para casarme contigo, pero el hijo de un hidalgo logró meterse bajo tus faldas sin ningún esfuerzo!