Lanre98

Escribí un relato sobre viajes en el tiempo.  Si desean darle una oportunidad este es el enlace: https://www.wattpad.com/1266970474-la-%C3%BAltima-p%C3%A1gina
          	
          	De antemano muchas gracias

Crusch22

Sigues vivo

Crusch22

@ Lanre98  si me gusta verlo desde el punto de vista de alguien distinto a los stark
Reply

Lanre98

@Crusch22 Bueno... Te gusto el ultimo capitulo? La historia en general
Reply

Crusch22

@ Lanre98  por favor actualiza los primeros en batalla
Reply

Lanre98

Según el filósofo Ly Tin Wheedle, el caos se encuentra en mayor abundancia cuando se busca el orden. El caos siempre derrota al orden porque está mejor organizado.

llumbet2007

@Lanre98 Hay un personaje de mi historia q siempre dice esta frase,el caos es fácil de provocar,lo difícil es mantener el orden
Reply

Adrimeral1

@ Lanre98  ohhh que buena reflexion! 
Reply

Lanre98

[...]Corea era un pequeño país orgulloso que tuvo la mala fortuna de interponerse en el camino de tres potencias infinitamente mayores, más fuertes y más ambiciosas:
          China, Japón y la Unión Soviética. Las tres querían utilizarla, bien como base ofensiva desde la que atacar a alguna de las otras dos, o como escudo defensivo para frustrar los eventuales designios agresivos de las otras dos. Mucho antes de junio de 1950 los formidables vecinos de Corea habían asumido en todo momento su derecho a invadirla en lo que consideraban una iniciativa defensiva —o un paso preventivo— contra sus otros dos rivales. Del mismo modo que la infortunada geografía de Polonia la situaba entre Alemania y Rusia, la geografía de Corea configuraba en gran medida su destino. A Syngman Rhee, el presidente de Corea del Sur, le gustaba citar un proverbio coreano que decía: «En la pelea entre dos ballenas perecen aplastadas las gambas»

Lanre98

Caronte se inclinó hacia delante y remó. Todas las cosas eran una con su cansancio.
          
          Para él no era una cosa de años o de siglos, sino de ilimitados flujos de tiempo, y una antigua pesadez y un dolor en los brazos que se habían convertido en parte de un esquema creado por los dioses y en un pedazo de Eternidad.
          
          Si los dioses le hubieran mandado siquiera un viento contrario, esto habría dividido todo el tiempo en su memoria en dos fragmentos iguales.
          
          Tan grises resultaban siempre las cosas donde él estaba que si alguna luminosidad se demoraba entre los muertos, en el rostro de alguna reina como Cleopatra, sus ojos no podrían percibirla.
          
          Era extraño que actualmente los muertos estuvieran llegando en tales cantidades. Llegaban de a miles cuando acostumbraban a llegar de a cincuenta. No era la obligación ni el deseo de Caronte considerar el porqué de estas cosas en su alma gris. Caronte se inclinaba hacia adelante y remaba.
          
          Entonces nadie vino por un tiempo. No era usual que los dioses no mandaran a nadie desde la Tierra por aquel espacio de tiempo. Mas los Dioses saben.
          
          Entonces un hombre llegó solo. Y una pequeña sombra se sentó estremeciéndose en una playa solitaria y el gran bote zarpó. Solo un pasajero; los dioses saben. Y un Caronte grande y cansado remó y remó junto al pequeño, silencioso y tembloroso espíritu.
          
          Y el sonido del río era como un poderoso suspiro lanzado por Aflicción, en el comienzo, entre sus hermanas, y que no pudo morir como los ecos del dolor humano que se apagan en las colinas terrestres, sino que era tan antiguo como el tiempo y el dolor en los brazos de Caronte.
          
          Entonces, desde el gris y tranquilo río, el bote se materializó en la costa de Dis y la pequeña sombra, aún estremeciéndose, puso pie en tierra, y Caronte volteó el bote para dirigirse fatigosamente al mundo. Entonces la pequeña sombra habló, había sido un hombre.
          
          -Soy el último -dijo.
          
          Nunca nadie antes había hecho sonreír a Caronte, nunca nadie antes lo había hecho llorar.
          
          

Lanre98

[...] Si ves algo de lejos, sin comprender de qué se trata, te contentarás con definirlo como un cuerpo extenso. Cuando estés un poco más cerca, lo definirás como un animal, aunque todavía no sepas si se trata de un caballo o de un asno. Si te sigues acercando, podrás decir que es un caballo, aunque aún no sepas si se trata de Brunello o de Favello. Por último, sólo cuando estés a la distancia adecuada verás que es Brunello (o bien, ese caballo y no otro, cualquiera que sea el nombre que quieras darle). Éste será el conocimiento pleno, la intuición de lo singular. Así, hace una hora, yo estaba dispuesto a pensar en todos los caballos, pero no por la vastedad de mi intelecto, sino por la estrechez de mi intuición. Y el hambre de mi intelecto sólo pudo saciarse cuando vi al caballo individual que los monjes llevaban por el freno. Sólo entonces supe realmente que mi razonamiento previo me había llevado cerca de la verdad. De modo que las ideas, que antes había utilizado para imaginar un caballo que aún no había visto, eran puros signos, como eran signos de la idea de caballo las huellas sobre la nieve: cuando no poseemos las cosas, usamos signos y signos de signos.

GauthierKassandra

@ Lanre98  Somos símbolos. Somos sueños. Los sueños de Dios, qué diría San Agustín...
Reply

Lanre98

[...]Como dice Boecio, nada hay más fugaz que la forma exterior, que se marchita y se altera como las flores del campo cuando llega el otoño. Por tanto, ¿qué sentido tendría hoy decir que el abad Abbone tuvo una mirada severa y mejillas pálidas, cuando él y quienes lo rodeaban son ya polvo y del polvo ya sus cuerpos tienen el tinte gris y mortuorio (sólo sus almas, Dios lo quiera, resplandecen con una luz que jamás se extinguirá)