-¿Escribe?- pregunto mirándome con desdén. 
-Sí, es mi antídoto contra la locura. 
-Supongo debe leer- acoto parco. 
-En efecto- respondí despreocupadamente - como si mi vida dependiera de ello. 
-Entonces, ¿qué hace aquí?- en ese momento arqueo sus cejas y mostró un interés sobrenatural en la conversación. 
¿Qué se le ocurre?- dije burlona y sarcásticamente. 
-No lo se- respondió con ironía -tratándose de usted...- y suspiro girando su silla un par de veces -yo podría ser parte de alguno de sus experimentos artísticos, y jamás haberme dado cuenta. 

En aquel momento, se quedó con la mirada fija, hacía un par de pájaros que pasaban por enfrente del único ventanal del salón. Mientras tanto, yo me levante de la silla y comencé a dar pasos sin sentido por el lugar, al tiempo que lo miraba silente y escrutadora. 

-Como ya sé lo dije- alce la voz rompiendo el mutismo del ambiente -vine por respuestas, nada más que por eso, - y camine hasta posarme detrás de su asiento, colocando mis manos sobre sus hombros- y no me iré sin ellas.