Capítulo 4
—Que frío —caliento mis brazos con mis manos, frotando con rapidez. Pero aun así el aire cala mis pulmones.
Unas manos me toman por detrás. Están grandes y frías, es un hombre. El corazón se me acelera, mis nervios se disparan y cuando voy a gritar el hombre pone su mano sobre mi boca.
—Has silencio, bonita. Y será rápido —su voz me da escalofríos y mis ojos se abren de par en par. Mi corazón se acelera de más y mis ojos comienzan a llorar—. Llevo toda la tarde mirándote en el bar. Eres muy bonita.
Su voz es gruesa, y me causa pavor. Una de sus manos desciende hasta mis pech0s y me aprieta. Es doloroso y humillante. Me pega a una de las heladas paredes de piedra y sujeta mis manos, intento liberarme y golpe4 mi mejilla. El dolor es intenso y siento el amargo sabor de mi s4ngre en mi labio.
Bajo la poca luz que nos ilumina puedo ver su cabello, es castaño y llega a sus hombros su sonrisa siniestra y sus ojos oscuros, como si no tuviera alma. Estamos en uno de los pasillos principales del palacio y nadie pasa, ni un guardia, ni una doncella, nadie. Estoy sola, en las garras de este hombre. Su sonrisa macabra desaparece cuando besa mi boca con brusquedad y su mano libre se adentra en mi ropa interior. Sin tiempo que perder rompe las prendas y se quita sus pantalones. Sin cuidado me tira al suelo y al volver a luchar, recibo otro golpe, y otro, y otro, el dolor el insoportable. Pero nada comparado con el dolor que siento cuando profana mi cuerpo. Siento su cuerpo muy cerca, demasiado, un dolor en mi interior agudo y punzante, es rápido, brusco y salvaje. No se que tiempo está así, solo sé que me parece eterno. Cuando por fin termina, me deja tirada sobre el suelo, como un animal herido.