Te hubiera regalado todos los abrazos del mundo si hubiera podido guardarlos entre mis dedos cada vez que te veía, te hubiera abrazado tan fuerte, que de saber que no volverías, no te hubiera soltado nunca.
Te hubiera regalado el sonido del mar, aquel que calma cuando por dentro hay tormenta, el que tiene vida propia, el que se parecía a tus ojos cada vez que me mirabas.
Te hubiera buscado hasta el fin de mis días, si hubiera sabido que me querías en ellos. Que no importaba cuánto o cómo sino por qué te quedabas. Por mí. Por nosotros.
Hubiera sacudido tus miedos y hubiera creado maravillas con ellos, para que sintieras que me podías llamar hogar, aunque no vivieses conmigo.
Que de imperfecciones estábamos hechos, pero eras lo más real que había sentido, hasta que la verdad me abofeteó en la mejilla izquierda y me dijo que te dejase ir. Que merecías a alguien mejor y que yo no era suficiente.
Ojalá nadie se fuera a dormir pensando que no es bastante