Deseo de una efímera noche, inefable susurro que aflora entre mis labios, almohadillas para mortuarias sílabas que son vagas palabras finales... ¿para quién? La luna contempla en su silencio ominoso el paso de una vida más entre los humos de la pecaminosa ciudad coronada por elevadísimas torres que se hunden en una absoluta miseria, y su rojo destello, remedo de una sádica sonrisa, marca otra vez el inicio de un banquete sangriento.