Ser una rosa con espinas puede sonar poético o hasta trágico. Pero vivirlo en carne propia es tenebroso, sientes las espinas corriendo en tu ser, penetrando hasta que estallan tus ojos y ya no puedes percibir la belleza que otros dicen ver. La bondad interior o las cosas lindas que dabas, esa ternura, es incapaz de ser vista por ti. Por las mismas espadas qué en vez de defender, atacaron a aquellos que te dieron agua, amor y calor. No sirve ser la flor más bella del jardín si se está sola, si se menosprecia a tu tierra madre, o a los pétalos qué están por salir, al atacarlos y lastimar más de lo que en verdad amas. Un perdón bastaría para cortar esas espinas dicen, pero sé que incluso si volviera a crecer nueva y con más brillo que nunca, esa sangre que brotó habrá sido derramada en vano. Palabras que murieron en el aire, pero no en el corazón de quienes las recibieron. Eso impide el amor propio. Soy una rosa con espinas, que no sabe si sirve para florecer o florece para destruir.