(...) Sangra, grita, llora y súplica.
Es tan humano, de una tan perfectamente imperfecta que solo quiere dejar que la presa se desborde.
Porque mira, reconoce y entiende. Sus palabras no son vacías o de piedad, son la verdad irrefutable de alguien que sabe el porque de la sangre corriendo tan rápidos por sus venas mientras sus oídos solo captan una estática inexistente, y el mundo se vuelve imagenes inmóviles.
Entonces, y solo entonces, se da cuenta de es solo eso... Humano.