A veces cuando uno tiene sueños, no los sigue de inmediato.

Los pospone, los deja de lado. 

«¿Para qué hacerlo? No va a ninguna parte.», siempre decían.

A partir de ahora, voy a hacer lo que quiera. Voy a escribir. Voy a vivir en mis historias. Seré libre de prejuicios y de llantos por no hacerle caso a esa niña de seis años que decía que le gustaba escribir y que el mundo aplastó y destruyó.

Peque, esto va por ti. 

Gracias por no rendirte y guardarte en una pequeña esquina de mi corazón. Y gracias a la pantera por darle un último empujón al lobo.