Solo entre el frío en la oscuridad, atrapado en un pequeño cubículo de incertidumbre, con sueño, con hambre, sangrando por los codos, escaso de información, cohibido de sus propios recuerdos ante su escasa memoria, con el cuello expuesto al filo de la duda, tan peligrosa como una hojilla, cortando fácilmente su piel, ahora tiene heridas profundas que sentia arder, no puede ver, no puede escuchar y no logra recordar nada más allá que las sensaciones, sensaciones de melancolía y de dolor, eso lo hacia reaccionar, sangre resbalaba por sus cuencas; el aire lúgubre regreso, tan sencillo de respirar para él, aquel cubículo repleto de esa agobiante sensación, no estaba oscuro, los cuervos se habían comido sus ojos, no había silencio sus tímpanos estaban rotos, y no hacia frío le habían arrancado la piel con el filo de la duda. Era vulnerable pero seguia caminando, sus codos sangraban pero aún movia los brazos, su estomago rugia, pero su corazón tambien. Cayó al suelo, estaba tan cansado, tan exhausto de vivir, afinco sus brazos al cemento y empezo a arrastrarse. Únicamente por aquel apice del sempiterno sentimiento que resonaba en su ser, su esperanza se mantenía a pesar del daño recibido, a pesar de estar solo y desamparado por los extraños, por los suyos y por él mismo.