Últimamente, mi mente parece divagar constantemente. No dejo de pensar en mis errores y en todo el tiempo que dejó escapar entre mis dedos. Me siento como una extraña en mi propia vida, atrapada en una rutina que apenas puedo llamar existencia.
sobrevivo, pero no vivo realmente.
Encuentro refugio en los libros, en las historias que leo con avidez, como si fuera una puerta secreta hacia un lugar donde puedo ser libre. Allí, las emociones cobran vida, y aunque sean ficticias, las hago mías. Me aferro a ellas, porque en esas páginas encuentro una chispa que parece faltar en mi realidad. Sin embargo, cada vez que cierro un libro, el vacío regresa.
En ocasiones, he permitido que las opiniones de los demás me influyan, llegando a creer que aquello que me da una ligera sensación de vida, mi refugio, es una pérdida de tiempo. Sé que no soy la única que tiene sentido este peso, este conflicto entre lo que me apasiona y lo que otros consideran valioso.
Cuando sea así detente un momento y piensa en esto: esos relatos, esos héroes y heroínas que te inspiran, también enfrentaron sus propios desafíos. Ellos también dudaron, cayeron y se levantaron, porque en cada historia, incluso en la más oscura, hay un punto donde todo cambia. La lectura no es solo una forma de escape, sino también una fuente de inspiración y fortaleza. Nos recuerda que, aunque la vida pueda sentirse monótona o llena de arrepentimientos, siempre hay un punto de inflexión en cada historia y ese cambio puede suceder en tu vida también. A veces, lo único que necesitas es dar el primer paso y creer que, aunque haya vacíos, también hay posibilidades infinitas.
Así que seguiré leyendo. No para escapar, sino para recordar que dentro de mí también hay una historia que vale la pena contar y como en los mejores libros, la clave no está en rendirse, sino en seguir adelante.
