En la eternidad, mí ser solitario y desamparado yacía recostado cubierto con una cantidad poco más que insalubre de mantas, fruto del frío que calaba hasta mis huesos. Fue entonces cuando miré arriba desesperado, como si la luz, como si la salvación estuviera allí y así fue, allí estaba. La respuesta, brillante, paciente, esperando por mí atención, iluminó mis ojos y mí mente. Fue entonces cuando exclamé "PUTA MADRE SE VOLÓ EL TECHO DE NUEVO".