Soy salvaje. No en el sentido romántico, sino en el real: difícil de domar, imposible de encerrar. No me gusta que me digan cómo ser, cómo sentir, cómo vivir. Tengo una fuerza que me nace de dentro, de mis raíces, de la tierra que piso y de las fiestas que me han enseñado a bailar la vida aunque duela. Soy testaruda, sí. A veces me cuesta soltar, pero cuando lo hago, lo hago de verdad.
Tengo un corazón grande, y no me avergüenza decirlo. Siento mucho, por todo y por todos. Me importa la gente, aunque a veces lo disimule detrás de una carcajada, una copa o una fiesta. La gente suele quedarse con esa parte de mí: la que ríe fuerte, la que no se detiene. Pero yo soy mucho más que eso. Soy madura, más de lo que aparento. Tengo un mundo interno complejo, ordenado a mi manera, aunque últimamente todo se me desordene y me duela no poder controlarlo.
Puedo ser luz o sombra, alegría o temple. No soy simple. No me adapto a lo que esperan de mí, y no me interesa hacerlo. A veces parezco caos, pero también sé ser estructura. Me exijo, me rompo, y me vuelvo a construir. No soy perfecta, y no quiero serlo.
Soy quien soy. Y eso, para bien o para mal, no lo va a cambiar nadie.
- JoinedOctober 13, 2024
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Story by Marta Martínez Ibáñez
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LO QUE DOLIÓ EN SILENCIO
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Hay dolores que no hacen ruido.
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