El filo en su cuello se sentía tan frío como la nieve; pero al mismo tiempo tan caliente como una brasa. Temía abrir los ojos, temía respirar y sobre todo temía emitir un solo ruido, pues no sabía que detonaría a su atacante y ciertamente no deseaba morir así.
—Perdóname, mi reina.
Sus ojos de abrieron al escuchar esa sollozante voz, sobre ella estaba a quien consideraba una Diosa... una deidad a quien solamente se le debía entrega, respeto y amor.
—¿Por qué? —peguntó conociendo la respuesta; pero esperando una diferente quizá esperando que un manzano diese una pera... Aunque la imposibilidad de la situación era más que certera.
—Es mi deber... Mi castigo.
—¿Moriré hoy? —suspiró aquella pregunta o quizá fue una afirmación que no se comprendió.
—De eso no hay duda, mi reina, y trás ti moriré yo, con la esperanza de cruzar a tu lado —susurró con voz acuosa llena de llano y desbordante de anhelo.
—Hazlo, no temas, amor mío, si este ha de ser nuestro destino, no le temo.
—¿Me esperarás?
—En cada vida, no importa lo demás.
—Te amo —murmuró contra sus labios y deslizó rápidamente la hoja por su garganta... y la continúo besando hasta que su último aliento se deslizó entre sus labios—. Nos veremos pronto, mi reina.
...
Mi intento de romper el bloqueo creativo que tengo. ¿Qué opinan?
Espero pronto actualizar las historias.
Les amo, besos