Cuando el mutismo subyuga
cabalmente un lugar, de modo
asiduo nos inclinamos a percibir
molestia ajena e impropia, de la misma manera que esporádicamente
coincidimos con el adverso. Hanemiya
juzga aquella puntualización
alrememorar los acogedores y confortables momentos en donde el afable silencio reinaba de manera íntegra su grata morada, porque
pese a la falta de barahúnda y palabras dirigidas de cualidad mutua, ambos manifestaban sus versos mediante suaves y sedosas miradas.
Chifuyu no podía hablar, pero sus
ojos expresaban lo que su voz no podía.
Matsuno lo amaba, y Kazutora también
lo amaba a él.