—¡¿No pudo llevarme a mi casa?! —Gritó descolocada. —Por el amor de Dios, me trajo al otro extremo del país estando inconsciente.
—Lo sé, necesitaba estar contigo a solas, lejos de todos. —Angel lo miró, es un insensato.
—¿Por qué querría traer a su asistente a su villa en Bocas Del Toro? —Stephen se enderezó y descruzó los brazos. —¡Insensato!
—¡Loca! —Rebatió. —Necesito una esposa. —La miró a los ojos con su peculiar gesto serio, descolocándola.
—¿Qué le hace pensar que deseo ser su esposa? —Sonrió con arrogancia, con esa misma que lo enloquece y quebranta de todas las maneras por su chulería.
—Te daré una fuerte suma de dinero y después de tres años podrás ser libre. —Se acercó a ella con determinación, para que ni se le ocurriera huir. —Un contrato, reglas simples y mucho dinero. —Angel dejó de sonreír, eso es justo lo que ella necesita para ayudar a su madre y pagar su universidad, pero, ¿Cómo podría hacerlo? Aunque él no la recuerde, ella lo hace con demasiada claridad.
—¡Eres un bruto y un insensato! ¿Cómo puedes pedirle eso a alguien que ni siquiera conoces? —Stephen endureció el gesto.
—¿Segura que no me conoces, miel?
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