Era hace una vez... Una pequeña princesa que vivía sola en un castillo de cristal. Su único compañero era un enorme espejo plateado, el cual cada noche recorría el mundo recogiendo imágenes de el para llevarle a la princesa, ella tomaba las que más le gustaban y las instalaba en su castillo. Un día, el espejo le trajo la imagen de un príncipe, del cual nuestra chica se enamoró completamente. Le dio la tarea al espejo de llevar la imagen de ella por todo el mundo, para que su príncipe la viera y supiera que tenían que estar juntos. La princesa dejo su hermoso castillo y liberó todas las imágenes que tenía con ella para ir en busca de aquel que había cautivado su corazón. Viajo por todo el continente, sin embargo... nunca lo encontró. Sus hermosas vestimentas se habían reducido a una enorme chaqueta amarilla de hombre y sus zapatillas de cristal hace mucho se habían roto. Así fue como la encontró un chico, el cual no tenía recuerdos de como se llamaba, ni de donde venía, sólo tenía una enorme imaginación y gracias a esta, pudo darle alegría a nuestra princesita de nuevo, cada noche se juntaban y el joven le contaba historias fantásticas sobre tierras de nieve y madres de dragones. En una de esas reuniones, el chico comento que lo único que recordada antes de caer en un oscuro vacío, fue haber visto la luna y la imagen de una bella mujer llorando, en ese momento nuestra princesa mete la mano dentro del pecho del joven y deshace un nudo que el chico tenía en su corazón. Inmediatamente, empieza a recordar toda su vida, que él es un príncipe y después de haber visto la imagen de la princesa en la luna, una bruja malvada fue la que bloqueo sus recuerdos anudando su corazón... y en ese momento fue cuando reconoció en la chica de la enorme chaqueta amarilla de hombre a su princesa de la luna.
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