Quince inviernos y veranos han pasado, pero el fuego dentro de mí sigue ardiendo. Mis ojos han visto sombras, mis pasos han rozado abismos, pero nunca he dejado de caminar. La vida no siempre me ha ofrecido caminos llanos, pero he aprendido que las curvas y las caídas forjan la fuerza que llevo en el alma. Soy reflejo de mis sueños y cicatrices, pero también del acero con el que he esculpido mi espíritu. No soy perfecto, no pretendo serlo. Cada rizos y cada mirada cuentan una historia que aún está siendo escrita. Hoy no celebro la perfección, celebro la resistencia. Y mientras mi camino continúe, sé que rendirme jamás será una opción. Porque en mi interior, late la certeza de que lo mejor aún está por venir.