De mí no hay mucho que contar. Melancólico empedernido, soñador ridículo, fantasioso de papel. La vida -quizás sólo para mí- es una novela única y exquisita que se ha encargado de darme los peores papeles. Sin embargo, creo que ya me he acostumbrado a este personaje el cual me tocó interpretar, y que tiene una gran desventura en su destino.

***
—En esta vida de hipócritas, las únicas cosas sinceras en las que puedo confiar es en estos dos pequeños. —Dijo señalándose a sí mismo.
—¿Qué cosas? —Pregunté con extrañeza.
—El licor —Respondió mientras llevaba el pico de la botella a sus labios partidos—, y este pequeño cachorro —Sonrió mientras aquel animal empezaba a lamer con inocencia aquel veneno que caía de la botella.
—¿Acaso no ha aspirado a algo más? ¿solo a esto se reduce su vida?
—Hijo, cuando la vida se empeña en patearte el culo todos los días, tu vida siempre se reducirá a esto. Esta botella —continuó—,  este licor el cual tú miras con total desprecio, es la única que calma a todos los demonios que hay en mí. Es más fiel que una mujer, siempre está a tu alcance, y si lo piensas bien, nunca se molesta si la engañas por otra más barata... 
—Eso es estúpido, es un pensamiento tan... 
—¿...Tan estúpido? 
—Sí. Estúpido. —Respondí—. Nadie puede reducir su vida solo a esto, ¡Nadie! El hecho que la vida nos golpee día tras día no es pretexto para tumbarnos en el piso a esperar... 
—... a esperar. —Interrumpió—. Yo ya no espero nada, nada de nadie. 

Pronto el aquel cachorro, como entendiendo lo que ocurría entre ambos, empezó a ladrar mientras agitaba la cola de un lado para otro. Por momentos su mirada se cruzaba con la mía, y por otros se quedaba clavada en la mirada de aquel ebrio que solo atinaba a acariciar su cabeza. 

—¿El perro es suyo?
—No —Respondió agachando la mirada. —Lo recogí de un basurero. 
—¿Su mascota?
—Más que eso, muchacho. —Su voz empezó a quebrarse mientras bajaba la mirada—. Mi amigo.
***