Mi espalda y pies están muy cansados, los párpados me pesan y los días han dejado de existir.
Fue...¿Cuando fue que empezó?, no lo sé con certeza, pero se siente pesado, en mi pecho, en mis manos, en mi mente... en el mero sentido de existir.
Ahora mismo estoy aquí, puedo sentir el suave viento nocturno abrazar mi piel, es el sonido de la noche que llena la oscuridad, hay estrellas en el cielo y en la lejanía, los faroles encendidos se camuflan en el cielo.
Estoy aquí y estoy respirando, puedo sentir la hinchazón en mis pulmones en cada inhalación, el diafragma estirando y trabajando. Puedo sentirlo todo y a la vez no sentir nada.
¿Sientes lo mismo?, supongo que no, ya te has ido, ¿cierto?
No sé siente como si lo hubieses hecho, quiero decir, tu presencia aún se siente aquí, en estas paredes, en el viento, en las pequeñas hojas de las plantas, en las aves que se posan sobre aquella vieja bicicleta en la que solías andar, aún te sientes, aún estás aquí.
En este momento.
En este tiempo.
En esta casa.
Pero no en esta vida.
Deje de preguntarme el donde estás ahora, en realidad, no creo haberme hecho aquella pregunta en ningún punto de esta historia.
De tu historia, ¿Esta bien escribir sobre esto?
Esta bien.
Esta bien no cuestionarse sobre el paradero de los que ya no están.
Esta bien seguir respirando profundamente.
Esta bien sentir el viento nocturno.
Esta bien vivir.
Esta bien partir.
Esta bien, y siempre lo estará.
Adiós abuelo.