Tal vez mi abuela era maga, no lo sé. Podía soñar con aquellos que ya no están. Ni una sola vez he podido soñar con los ángeles que nos dejaron, entonces no sabría reconocer si es algo bueno o algo malo. Pero ella hablaba encantada de cómo los vio en las historias que su cabeza creaba cuando se encontraba en los brazos de Morfeo, entonces, por lo menos, puedo decir que ella se sentía bien al verlos de esa forma.
Hay días en los que pienso que esos sueños buscaban decirnos que ella quería irse junto a los que no estaban. Puede ser. Nunca dijo nada al respecto. Cuando le pregunté a mi mamá sobre eso, con seguridad dijo que no (le creí porque era alguien que la conocía lo suficientemente bien). Mi abuela quería estar aquí, al menos por un poco más de tiempo.
Nosotros, lo nietos más adultos, le decíamos constantemente que debía vivir mucho tiempo, lo suficiente para que viera a nuestros hijos crecer. Algunos nietos mayores ya le habían dado bisnietos, y ella parecía más que encantada. Este año también he dicho esas palabras en mi cabeza... un hueco en mi corazón se forma cuando, de nuevo el recuerdo de su pérdida me azota como un tifón. No puedo evitarlo, suspiro. Durante años ese era el plan, se siente raro pensar que no lo seguiré de ahora en adelante.
También soy alguien sensible como mi abuela. Quiero pensar que saqué más cosas de ella de las que pudieran parecer. La extraño. Falta su voz en mi casa, su risa. Sus quejas, sus regaños. Lo bueno y lo malo de ella. Tengo miedo que desaparezca con el paso de los años.
¿Y si me olvido de su rostro? ¿De cómo sonaba su voz? ¿De la belleza de su interior? Mi corazón se acelera en pánico al pensar en esa realidad. Acabamos olvidando aquello que no está después de un tiempo. La memoria humana es finita al fin y al cabo, si quiere almacenar recuerdos nuevos, debe borrar los viejos.