Me gusta dormir, el anime, el chocolate, las bicicletas (a veces), los gatos, las serpientes, los cuentos cortos, los libros largos, el color rojo (rojo en ropa, cabello, pintalabios, objetos y sangre), el olor de cosas antiguas, el olor de cosas nuevas, reír, la comida china (sobre todo el pollo agridulce), las papas fritas con pimienta, el violín, la música de arpa, el arpa japonesa, la palabra fisura, los zapatos negros, el cabello bien peinado, las cosas graciosas, incomodar a las personas que se sientan al lado de mi en el transporte público, dormir con el ventilador encendido y luego taparme, la música de hace treinta años, los sombreros pequeños y de copa, los trajes de nobles antiguos, los datos curiosos, la miel, el jugo de fresa y las cosas dulces, y bien, casi todo en el mundo.

Exceptuando, obviamente, el reggaeton, la música de banda, cierta musica electrónica, la bachata, la prepotencia, los sostenes que se abrochan por el frente, la tautología, los perros -es que me mordió uno-, las inyecciones, las nueces, el apio, las canciones que no riman -bueno, esas las tolero un poco si me gusta su musica o la voz del cantante-, cortarme el cabello, hacer los deberes del instituto, convivir con idiotas, la plata coloidal, CD9, One Direction, y otras de esa índole, correr, cálculo diferencial, el profesor de cálculo diferencial, mojarme los pies, las lobotomías, las píedras con bordes irregulares, perder el autobús, la ropa ajustada, los desodorantes de roll on, las letras pequeñas en una lectura, las faltas de ortografía, mi letra, la batería baja, que se suba un cantante al autobús, cierta música de guitarra, el dolor físico, el frío, que me filmen cuando como, clavarme astillas, crecer, comer lo mismo más de tres veces, el queso crema, la migraña, el limón, la carne de res, las zanahorias,  los zapatos que se abrochan -ya sea con agujetas o velcro-, los peines, el soccer, las rosetas, el sistema métrico inglés y ya no me alcanza el espacio para seguir escrib