MyJBuckyBarnes

El día era frío en aquel muelle, con una brisa helada que soplaba desde el océano y arrastraba consigo el aroma a sal y a madera desgastada. La superficie del agua reflejaba un gris sombrío, como si el cielo y el mar hubieran decidido fundirse en un solo tono de melancolía. En medio de esta escena invernal, él esperaba inmóvil, apoyado contra una de las viejas barandillas de madera. Era un día cualquiera, pero para él, cada segundo de esa espera parecía dilatarse; no era la primera vez que venía al muelle en espera de un regreso que parecía nunca realizarse, casi como si el tiempo mismo hubiera decidido jugar con su paciencia. Miraba hacia el horizonte, tratando de buscar alguna señal que anunciara la llegada de Sam.
          
          La última conversación que habían tenido le había dejado una mezcla de esperanza y ansiedad. “Siempre regresaré, Bucky. Nunca me vas a perder.” Aquellas palabras resonaban en su mente, un mantra que intentaba aferrarse en medio del caos de sus pensamientos y la turbulenta sensación de abandono que lo invadía a cada instante. 
          
          A pesar del frío que calaba sus huesos, sentía que había algo cálido en la expectativa. Había vivido en las sombras durante tanto tiempo, cargando con un pasado que no siempre le dejaba espacio para la luz. Pero Sam era diferente; su presencia iluminaba hasta los rincones más oscuros de su alma, un faro que guiaba su camino hacia la redención. Las olas rompían suavemente contra el muelle, y el sonido era casi hipnótico. En su mente, los recuerdos de aventuras y batallas junto a Sam pasaban como una película. La risa de Sam, su inquebrantable sentido de la justicia, y esa chispa de esperanza que siempre llevaba consigo le arrebataron una sonrisa inconsciente. 

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Esa tarde, mientras la temperatura descendía, se vio atrapado en la vorágine de sus pensamientos, sintiéndose como si el tiempo se hubiera detenido. De repente, el sonido de un motor resonó en la distancia, haciendo que su corazón diera un vuelco. Se enderezó con sus ojos fijos en la lejanía, divisando entonces un barco que tan bien conocía. Era como si el mundo a su alrededor se detuviera, y todo lo que importaba era el momento que se avecinaba y la figura imponente de un hombre poco a poco se dejará ver. 
            
            En un impulso casi juguetón alzó una de sus manos, saludando enérgico y esperando ser visto por él. No se movió de su lugar, queriendo demostrarle al hombre que pese a sus actitudes rejegas y que muchas veces terminaban por apartar al moreno, todavía seguía emocionandose al verlo como la primera vez que tuvo que partir. El conjunto de emociones en su pecho casi fueron desconocidas, una mezcla entre emoción, melancolía, y quizás un poco de molestia por tenerlo tanto tiempo esperando; reinando como siempre estaba el afecto que sentía por él, logrando disipar inseguridades, preguntas y malos presentimientos.
            
            «Siempre habrá alguien que espere tu regreso, Sam» 
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