Alguien, era claro, notando la desgastada bufanda roja que se posaba suavemente alrededor del cuello del niño humano, "embajador de todos los monstruos".
Qué lamentable fue tal día, en que Papyrus llegó de entrenar a casa, sólo para encontrar un montículo de polvo y una vieja bufanda, idéntica a la suya.
Por supuesto, todo mundo se alertó. El mayor de los esqueletos se había ido, sin palabras, explicaciones. Nadie supo, siquiera, cómo ni cuándo había sido. ¿El por qué? Un misterio.
Lo cierto era, que después de tantas vivencias, no importaba lo que hiciera, o cuánto intentase resistir, a Geno siempre le llovían los problemas, especialmente después de la "muerte", en escencia, de su ser amado.
El sentimiento de abandono, una, después de otra, y otra vez. Aún si la parca se hallase justo ahí... No era el mismo, y sabía que no volvería, aún si eso aparentaba. Finalmente todo se le acumuló.