«Memento, homo, quia pulvis es et in pulverem reverteris».

Trabajo de cuentacuentos y ocasionalmente de cantacantos. Me gano las monedas con las sonrisas del dadivoso. Dichoso aquél que, admirando mi cantocuento, me regale su bolsillo.

Poco tengo en mi haber, pero soy fiel.
Y cuando se me requiera, mucho daré.

Bienvenido a un mundo de aventuras guiado por la Luz.

Los espectros acechan en la oscuridad, y esperan las apariciones y salteadores en los caminos. Pero al bardo no hacen nada, pues él cantacuenta sus desventuras. Y son más penosas que las del delincuente. Más lastimero es su cantocuento que el de los fantasmas. 

Acércate en la noche helada, toma un trago de aguamiel y presta oídos, pues el bardo cantacuenta una sola vez un cantocuento y no lo repite más. 

Escucha, merodeador y viajero, que no es magia, es canción lo que te mueve el corazón. No hay más hechizo que tus propios recuerdos aderezados por el alcohol.

Y una vez pagadas las molestias, libada la última gota y agradecido el último verso, el bardo se despide, toma su instrumento y va por el camino, tañendo y plañendo para las rocas.