La verdad es que me gusta mucho mirar por la ventana de mi habitación. Es una ventana interior, o sea que no veo la calle, veo más pisos del edificio. Me gusta porque de noche se ven algunas estrellas y parece que nunca se oscurece del todo, y de día la luz trae calor en invierno y los colores del cielo son bonitos cuando atardece. Me gusta mirar por la ventana varias veces al día, y ver cómo cambian las persianas de posición, o cuando se encienden y apagan las luces. Me gusta cuando abren las ventanas y escucho un podcast, o una conversación, o música. En la planta baja a veces sale gente a hablar al rellano, y hay algunas ventanas de las cocinas abiertas que traen olor cuando las tenemos abiertas a la vez. Es curioso que aunque mire mucho por la ventana casi nunca vea a nadie moverse, solo percibo la vida a través del cambio en el ambiente. Eso mola. Vida anónima. No sé, me gusta mi ventana. Sé que mucha gente prefiere las de la calle, pero a mí me gusta la mía. No hay árboles o coches que te calmen cuando no puedes dormir, pero me hace sentir menos solo a veces.