Es sabido que los seres humanos poseemos una gran capacidad para adaptarnos, según nuestras necesidades, a las situaciones adversas de nuestro entorno: nos adaptamos para sobrevivir, para encontrar pareja, para encajar, etc. Yo creo que adaptarse es una palabra más ¿intelectual?, para decir que los humanos cambiamos (para bien o para mal). Y cuando me refiero a cambiar no sólo hablo de los "grandes cambios" que generalmente son consecuencia de algún suceso fuerte en nuestra vida, como lo puede ser un trauma o el divorcio de tus viejos; cuando digo cambiar, pienso en esa palabra que antes usaba casi siempre y que ahora me parece una boludez, o en esa persona que pasaba todos los días conmigo y después cada dos días, y después cada fin de semana, y después un simple "hola" y "chau" de vez en cuando; y así podría dar millones de ejemplos, como que un día queres tomarte un té en vez del café de siempre, o te pinta ir caminando al colegio aunque sabes que vas a llegar tarde y que es más conveniente ir en bondi.
Cuando digo cambiar, mi cabeza automáticamente piensa en otra palabra: crecer.
Y ahí es cuando pienso “la re putísima madre que lo re mil parió”. (Así de corta la bocha, ysi)
Capaz que porque cambiar y crecer son más diferentes que parecidos, capaz que porque siento que cambio pero no crezco, y si crezco es muy poquito. Muy poquito. Ver que todo pasa tan rápido, y que cuando apenas asimilas una cosa otra ya se te está viniendo encima, da un cagazo bastante grande, no voy a mentir.
“Va siendo hora de que crezcas, ¿no te parece?”, me dijo alguien alguna vez. Yo en ese momento pensé, “este gil y sus chistecitos poronga sobre la altura otra vez la concha de la lora”; ahora recién me doy cuenta de que lo re cagué a puteadas al pedo, porque no se refería a mi estatura, sino a otra cosa.
Ya va siendo hora de que crezca, no queda de otra, y en mí caso crecer no es sinónimo de cambiar, sino de mandar todo a la mierda y tener que empezar de vuelta.