RinNoharaJP
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Tras una larga y dura jornada en el Hospital de la Hoja, Rin había vuelto a su hogar tan lúgubre desde aquel encuentro con Obito. Estaba tan cansada como para pensar si el Uchiha continuaba vigilando su hogar desde las sombras, su única preocupación en ese momento era darse un largo baño y dejar su piel llena de esos relajantes aceites que compró en la Aldea de la Hierba. Fingir estar feliz se había vuelto su nuevo hobby durante esos días. Trataba con amabilidad a sus pacientes y compañeros, aunque sintiera su corazón totalmente quebrado por aquella noche en el tejado de su casa. Dolía, no iba a negarlo, pero ni siquiera podía confiar en su incondicional mejor amigo; no iba a delatar a Obito. Sabía que su posición era muy peligrosa, que un falso movimiento y podrían dañar a ese hombre que no salía de sus pensamientos. No le preocupaba realmente si recibía un castigo por cuidar su espalda, era mejor eso que volverlo a perder. Sus hebras castañas y húmedas caían por su espalda una vez fueron cepilladas con calma. Había optado por un tierno pijama violeta para dormir, no sin antes dedicarse a cuidar su tez. Se sobresaltó notoriamente al sentir unos brazos rodear su cintura, mas no atacó al escuchar esa voz del hombre que había anhelado ver de nuevo.
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──── Jamás intentaría eso, tonto. / Susurró, riendo con ligereza. Su boca de nuevo correspondía a esos labios tan adictivos, no pudiendo evitar pronunciar algún que otro suspiro de satisfacción por sus caricias; estaba amando ser tocada por él. Cuando sintió la fría pared sobre su espalda, la dejó reposar mientras que sus piernas se aferraban con la suficiente fuerza. No deseaba caer de los brazos de su amado Obito, solo lo necesitaba pegado a su propia anatomía. Sus belfos estaban embelesados con la posesión que marcaba el Uchiha; la mezcla perfecta de dulzura y dominación. Se separó, - no sin antes morder ese labio inferior -, para dejar un pequeño camino de húmedos ósculos por la extensión de su cuello. Su mirada se terminó encontrando con los azabaches luceros del hombre, fingiendo un inocente aspecto que fue destruido por su pícara sonrisita.
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Sus dedos yacían aferrados en los ropajes del Uchiha, terminando por desprenderse de esa bata de Akatsuki para poder acariciar su torso cubierto por una camiseta oscura. Se estremecía con cada caricia que Obito dejaba en ella, era algo glorioso que jamás se había imaginado que sucedería. Ni en sus mejores sueños, Rin había llegado a experimentar la cálida sensación que le transmitía esos labios que sometían a los suyos en esos besos que estaban compartiendo aquella noche. Su lengua jugaba con esa impropia que gustaba enredarse con la suya. La falta de aire se hacía presente, por lo que tuvo que separarse un poco para tomar oxígeno. ──── Por favor, quédate conmigo siempre. / Susurró contra esos hinchados belfos, volviéndolos a besar con esa ternura que emanaba el lindo momento entre ambos.
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Esbozaba una dulce sonrisa al escuchar esas palabras, tan llenas de devoción y amor que sentía cómo su corazón estaba dichoso por tenerle. Sus brazos mantenían rodeados los hombros de Obito, mientras que sus labios se dedicaban a besar su rostro con delicadeza y fervor de un alma que tanto lo amaba. ──── Cuando parecía que habías fallecido, mi corazón se quebró en numerosas piezas que, ahora, vuelven a estar reparadas por tu presencia y amor. En ese momento, comprendí mis sentimientos, supe que eras y siempre serías tú el único capaz de poseer mi corazón entre sus dedos. No quiero volver a perderte en esta oportunidad, nuestra oportunidad para vivir como hemos anhelado. / Correspondió de inmediato a ese beso que había iniciado, enredando sus finos dedos en esas azabaches hebras. Sus piernas habían enredado la cintura del Uchiha cuando éste la alzó con facilidad. La dulzura de esos labios era lo más cercano que estaría del cielo, porque Obito era un etéreo ángel que llenaba de color sus penumbras. Sentada a horcajadas de él, tomó sus manos para deshacerse de esos guantes que poseía, colocándolas de nuevo en su cintura. ──── No me gusta que me acaricies con guantes, necesito sentir tu tacto. / Se excusó con un tierno rubor en su rostro. Sus cerezos atraparon los del hombre, volviéndose a deleitar con el almíbar tan adictivo que estos poseían.