He estado en Wattpad por una década. Diez años explorando mundos, voces y relatos que abarcan desde lo sublime hasta lo caóticamente entrañable. He leído de todo: historias que merecen figurar entre los grandes Best Sellers, y otras que probablemente fueron escritas por niñas de doce o trece años, con más ilusión que estructura, pero con una sinceridad que a veces falta en obras consagradas. También he transitado los pasillos infinitos de Tumblr y AO3, lugares donde la narrativa se convierte en catarsis colectiva.
Y aun así, con todo ese bagaje, con todos esos años de lecturas intensas y profundas, jamás he llorado tanto con una historia como lloré con Wolf. No importa que fuera un fanfic. No importa que lo haya leído siendo niña. Esa historia me marcó de una forma que hasta hoy no logro explicar del todo. Años después, como adulta, sigue doliendo, sigue tocando fibras que otros libros simplemente no alcanzan. Lo leí siendo una niña, en esa etapa en la que todo duele más, en la que uno cree que puede con todo hasta que una historia te derrumba. Recuerdo con una claridad absurda el día en que lo terminé: estaba roja, los ojos hinchados, la nariz tapada y mocosa, con un dolor de cabeza tan brutal que sentía que el corazón me latía dentro del cráneo.
Y sin embargo… no me arrepiento. Jamás podría. Porque Wolf no fue solo una historia. Fue una experiencia. Una herida dulce. Una lección silenciosa. Gracias. Gracias por escribir algo que tocó tantas fibras, por construir un universo que aún me habita, por dejarme un recuerdo que duele, pero que también, me dió hambre de más.