Por amor al arte seguiré escribiendo, así no me siga ni me lea mi madre. Algo así como el relato corto Silvio en el Rosedal del maestro Julio Ramón Ribeyro, cuyo personaje seguía tocando el violín en lo alto de su azotea en medio del estruendo, para sí mismo, sin que nadie lo escuche y tuvo la sensación de que nunca lo había hecho mejor.