El joven pelinegro quien se encontraba caminado por las calles con completa tranquilidad, nota una persona nueva, reconocía bien todas las caras y está no era una usual, suspira y se acerca —Ciao, benvenuto, me llamo Elio, espero la pases bien por aquí, si necesitas ayuda para conocer el lugar te ayudare con gusto, pero si buscas un restaurante italiano lastimosamente no hay ninguno —baja la cabeza apenado, como si fuera la cosa más horrible del mundo—