Mis queridas lectoras de La Corte Sombría,
Permitid que esta pluma, aún temblorosa por el vértigo de los días recientes, os pida indulgencia. La bruma de mi silencio no ha sido olvido ni desdén, sino el resultado inevitable de un traslado de ciudad que, como todo cambio verdadero, trae consigo desorden, nostalgia y nuevas puertas que crujen al abrirse.
Mi corazón —todavía entre cajas de cartón y cortinas sin colgar— no ha dejado de latir al compás de mis novelas, ni mis pensamientos de vagar por los pasillos de su palacio encantado. Muy pronto, os juro por la luna y la tinta, los capítulos volverán a brotar como magnolias en primavera.
Con eterna devoción y un poco de polvo en los zapatos,
Poe Lavey