Entró como quien se olvidó de lo que iba a decir, pero igual decidió quedarse. Tenía esa expresión de “esto es un ensayo, ¿verdad?”, y una chaqueta con más historia que su pasaporte.
Se detuvo en medio de la sala, miró a todos con ojos brillantes y comentó:
—He visto lugares raros, pero este... este tiene buena vibra. Eso o el suelo está ligeramente inclinado. No sé, no soy científico.
Soltó una risita y, tras un breve tamborileo con los dedos en su pierna, añadió:
—Bueno, ya estoy aquí. Si alguien necesita un poco de ritmo o una charla rara, ya saben dónde encontrarme. Si no... igual me van a oír.