Quizás me quedaría corta si tan solo dijese ser una amante más de los libros, pero lo admito, soy culpable de serlo. 
   Cada libro constituye una puerta hacia otra dimensión, hacia un mundo fantástico (y por desgracia irreal) que te absorbe día y noche. Entras en un universo nuevo y desconocido que te ayuda a desconectar y en el que te integras tanto que te sientes como una protagonista más. Realmente he llorado, a mares, y reído (a parte de gritar. Cómo odio que los protagonistas metan la pata hasta el fondo por pura estupidez, o que vayan directos a la boca del lobo como ingenuos infantes. O que se carguen a uno de ellos. Entonces sí que monto un infierno, en mi propio dormitorio, cómo no). Pero, como iba diciendo, una vez has cruzado la puerta mágica de Doraemon, ya no hay marcha atrás. Quieres terminar el libro, conocer hasta el más mínimo detalle, y cuando lo terminas, una de tus vidas concluye con él; pero tienes muchas vida más, vives muchas más aventuras que Super Mario, muchos más romances y mordiscos sangrientos que los que conocerán aquellos que nunca abran un libro.
   Y como creo que me estoy alargando mucho, mejor me callo ya, ¿no? Aunque me gustaría nombrar a algunas de mis autoras favoritas como lo son Christine Feehan, Sherrilyn Kenyon, J. R. Ward, Pamela Clare, Lisa Kleypas, Linda Howard, Stephani Hecht... Personalmente, os las recomiendo estéis o no en plena caza literaria.