Todo se reduce a tomar conciencia y publicar la primera palabra que tu mente escupa; darle miles de vueltas, en ocasiones sobre pensar, analizar hasta el grado de volverte loco. Ahí es cuando el tiempo te indica el momento en que debes plasmarlo. El lugar es lo de menos: puede surgir mientras respondes un examen, cuando estés en la ducha, incluso cuando hace algo tan cotidiano como comer. No puedes controlar ese impulso que te empuja a crear un mundo diferente, una perspectiva que puede hacer maravillas, que puede hacer la diferencia en cualquier parte del mundo.

Concebir los conceptos, los diseños y las personalidades adecuadas para los personajes. Vislumbrar los ambientes, vivir en la carne propia o por lo menos investigar sobre ellos para lograr transmitir la sensación; De frío, alegría, desolación, calor, nostalgia, etc. Esa es la característica del escritor; hacer una pintura sin colores, solo con palabras, delinear una silueta sin tener un pincel. Crear la melodía de la tensión sin usar instrumentos musicales ... encontrar un sentido en este mundo premeditado.

Ese es el camino del escritor: no hay recompensa, no hay comida, no hay compañía, tan solo la pluma y la libreta son tu familia. Profundizar en ello es hallar la belleza en lo más duradero hasta lo más efímero. Desde la naturaleza real, hasta la ficción creada por ti mismo. Amar tanto la fantasía como la realidad y formar un equilibrio único y maravilloso.