Luchamos, queriendo conseguir metas y metas. Pasamos lo que tenemos intentando amar de cierta forma, queriendo sobrepasar fronteras casi imposibles, jugando a ser desconocidos los unos de los otros. Queremos conseguir cosas, olvidamos y dejamos de creer en la verdad. Nos imponen normas, leyes, derechos y deberes que a veces cumplimos o dejamos que cumpla el vecino. Nos tientan y manipulan, nos engañan, nos estafan. Pero ¿acaso nosotros no lo hacemos? Nos cegamos de alguna forma, no queriendo ver lo que hay delante. Vivimos por nosotros, por ellos, por los nuestros, por la gente que vive, que reza, que se adueña de parte de ti sin quererlo. Ponemos etiquetas por miedo a lo desconocido, juzgamos sin saber. Lloramos, reímos, soñamos.Nos equivocamos, recibimos el amor que no creemos merecer. Escuchamos mil veces una canción, juramos cambiar.Fallamos, caemos, nos rendimos. Volvemos a ser nosotros, a luchar por nuestros ideales, sueños y metas aunque sabemos que a veces no sirve de nada. Alcanzamos puestos, ascendemos en la escala social, nos hacemos dueños del poder, siendo reyes misericordiosos y princesas sin principios. Nos destronan, nos tildan de falsos, de mejores o peores. Sentimos de determinada forma, vendemos y compramos sentimientos, traficamos corazones sin alma y personas sin dueño. ¿A caso no es eso lo nuestro? Nos lo pasamos bien y disfrutamos los momentos. Apuntamos en un cuaderno los instantes sin aliento, los consuelos, los desvelos. Compartimos secretos de estado en nuestras vidas, procuramos ser algo que no somos.Tenemos amigos que lo son todo, amamos a escondidas, peleamos a la cara, criticamos por la espalda. Somos felices en un mundo sin significado.Salimos a las calles, paseamos, observamos lo que nos rodea, empiezan nuestros enfados, gritos, salidas de fiesta, nos conocemos. Y total, acabaremos muriendo. Pero esos momentos sin aliento son los que merecen la pena.Forman parte de nuestros recuerdos. Y eso es por lo que vale la pena seguir luchando.