Ahogados en la nostalgia, aún éramos inmaduros,
en los huecos que dejaban las nubes, solo mirábamos al sol.
Nosotros, tan descuidados, con voces que se desbordaban,
éramos incapaces de transmitir lo que de verdad importaba.
Intenté abrazar colores sin forma,
y conocí el sabor del arrepentimiento en los días de ilusión y ansiedad.
Quería extender la mano hacia un mundo desconocido,
así que guardé mis mentiras orgullosas en el bolsillo.
Incluso el dolor que envolvía la ternura,
quería recordarlo todo.
Solo deseaba, deseaba, que incluso al renacer,
pudiera cantar sobre un futuro incierto y volver a tocarlo.
Deslizándose, deslizándose, por mis mejillas,
el sabor de esas lágrimas era una promesa de algún día.
Solo convirtiéndome en ceniza, desvaneciéndome,
cruzo esta noche y me tiño de azul en algún lugar lejano.
Durante toda la noche soñé, enredando pensamientos,
y sin poder encontrarlos, la luna proyectó su sombra.
Sin dormir hasta el amanecer, sin poder soltar tus manos,
terminé alejando al tú que tanto admiraba.
Incluso aquella mirada mía de ese día,
se fue difuminando.
Solo dolía, dolía, hasta no poder soportarlo.
El azul del cielo, profundo y frío, contenía todos los colores.
Deslizándose, deslizándose, nuestros hombros se rozaban,
y abrazaba ese leve temblor, esa tenue calidez.
Hacia un mundo aún desconocido, la flor espera al viento,
cruzando esta noche, tiñéndose de azul en algún lugar distante.
Los errores que he cometido, incluso el arrepentimiento,
son cosas irremplazables.
Solo deseaba, deseaba, que incluso al renacer,
pudiera cantar sobre un futuro incierto y volver a tocarlo.
Deslizándose, deslizándose, por mis mejillas,
el sabor de esas lágrimas era la promesa de aquel día
Solo convirtiéndome en ceniza, desvaneciéndome,
cruzo esta noche y me tiño de azul en algún lugar lejano