Una noche oscura, lluviosa y fría al sur de la ciudad, donde por las calles no recorre ni una sola persona, las ratas corren por los callejones que tienen faroles cuyas luces parpadean en desorden.
El ruido de la fuerte lluvia de olor petricor es interrumpido por el efímero sonido de dos disparos provenientes de un pequeño almacén, desde el cuál se escuchan varios gritos de dolor y agonía acompañados por más disparos a la par que suenan múltiples golpes y se oyen huesos rompiéndose.
Mientras nos adentramos en un oscuro callejón, la lluvia es acompañada por sonidos de cortes con algún alma metálica hasta que se da otro fugaz y desgarrador grito que luego se convierte en golpes que parecen estar inundados por algún líquido.
En medio de una pared que da con nuestro callejón hay un inmenso ventanal y en este se ven dos luces fugaces prenderse y apagarse acompañados por fuertes sonidos de disparos que son continuados por un grito de dolor que finaliza al una persona estrellarse en el ventanal desde dentro rompiéndolo en el proceso y terminando por caer en el húmedo exterior.
La persona, quién es un hombre de piel clara, pelo rubio con corte militar y ojos oscuros que viste una chaqueta verde oliva, un pantalón marrón y zapatos del mismo color se levanta con la respiración agitada y un corte en la mejilla derecha del cuál brota sangre.
Desde el final, una figura de vestimenta negra con toques dorados, una capucha y un pañuelo que le cubre desde la nariz hacia abajo, además de varios bolsos pequeños colgados de su cintura y parte de sus piernas junto a una pistolera y una funda de katana amarrada a su espalda, en la cuál no se encuentra el arma, sino que esta está en la mano derecha del sujeto encapuchado, quién tiene manchado su traje con sangre, no se nota mucho por el color del traje, pero ahí está.
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