parte 3::
Al poco tiempo, los churros de estos tres amigos se volvieron famosos en el barrio. Con los años los fundadores le pasaron la posta a sus hijos: Rubén, Oscar y Juan José. La segunda generación ya tiene más de 70 años, pero antes de la pandemia era un clásico verlos trabajando en la churrería. Hoy, tomaron las riendas del negocio, sus hijos, la tercera generación: Lucas, Luciano y Andrés. "Desde aquí adentro a veces pensás que la historia se repite y que uno vuelve a hacer los pasos que ya se han hecho. En base a la experiencia que ellos han vivido uno se nutre y constantemente buscamos mejorar", expresa Lucas.
La masa de sus churros lleva harina, agua y sal. Según admiten el secreto está en la materia prima y en los pequeños detalles de elaboración que cuidan minuciosamente. Chango, con más de 30 años en la churrería, y Ale son los maestros churreros. Para la preparación del churro primero realizan el amasijo en la amasadora con agua hirviendo, una vez que la masa tiene la consistencia adecuada se pasa por la churrera y adquiere su característica forma de estrella, luego se los corta uno por uno a medida (los churreros tienen tanta experiencia que ya lo hacen a ojo y les quedan perfectos) y por último van a la freidora. "La freidora tiene una temperatura más o menos de 180 grados y se los deja hasta que estén doraditos. En el caso de que el cliente lo desee con relleno se le agregan dulce de leche o pastelera y por último se les consulta si lo quieren con azúcar", cuenta. Y agrega, entre risas: "Muchas veces le digo a los clientes ¿Con azúcar? Y algunos me contestan qué pregunta. También son un clásico sus bolas de fraile rellenas, las tortas fritas, los pastelitos de membrillo y batata y los cuernitos de grasa.