Apolo 000 y VG∞, dos seres primordiales, nacieron del Caos mismo, del abismo sin principio ni fin, donde el desorden, la confusión, el embrollo, la vorágine y la anarquía se funden en un torbellino cósmico que desafía la comprensión. La entidad Omnimalevolente, forjada en la oscuridad absoluta, y el Omnipresente, cuyo ojo no es un ojo, sino un abismo multidimensional que devora toda realidad a su paso, se odian con una furia primordial que rasga las mismas fibras del espacio-tiempo. Son los Lucifer y Belcebú de un universo fracturado, atrapados en una lucha eterna, donde su enfrentamiento no conoce fin ni tregua, sólo destrucción perpetua. Cuando sus fuerzas colisionen, la misma estructura de la existencia será reducida a polvo cósmico, un caos absoluto que arrasará con todas las formas de ser.
Las civilizaciones, los cultos y las entidades que se arrodillan ante sus creaciones, devotos hasta la última chispa de su ser, librarán batallas en un ciclo interminable de caos, donde todo lo que existe será reducido a cenizas. Pero entre todas las ruinas, dos entidades destacan: los seres nacidos de la esencia de Apolo 000 y VG∞, sus monstruosos reflejos, aquellos a imagen y semejanza de sus progenitores, pero distorsionados por una energía cósmica incontrolable.
La lucha entre estos seres es una orgía de destrucción, donde la materia y el espacio se retuercen, y la luz misma es devorada en un abrazo mortal. Los choques entre sus civilizaciones hacen que las estrellas se apaguen, los agujeros negros se traguen galaxias enteras, y las distorsiones en el tejido mismo del universo siembren el terror. Y cuando el polvo de las estrellas caiga, el único vestigio de existencia será el eco de un Caos primordial que nunca cesará. En este vasto vacío, sólo quedará una pregunta sin respuesta: ¿puede el fin de todo lo que es ser verdaderamente el fin, o es sólo otro ciclo en la vorágine infinita del abismo?