Si un día el médico dice que mi cerebro dejará de funcionar. Y que, por lo tanto, de cierta forma, mi propia vida se acabará. Cuando esto ocurra, no se esfuerzen en introducir vida artificial en mi cuerpo a través de aparatos. En vez de eso, denle mi visión a una persona que nunca haya visto el amanecer, ni el rostro de un niño. Dale mi corazón a una persona cuyo corazón no haya sentido otra cosa en su vida sino infinitos días de dolor. Dale mis riñones a alguien que dependa de una máquina para sobrevivir. Descubran un modo de hacer un niño paralítico caminar por medio de mi sangre, mis huesos y de todos los músculos y nervios de mi cuerpo. Un día, quien sabe, mis células pueden servir a un niño mudo y él puede gritar bien alto el gol de su equipo, o, por medio de ellas, hacer que una chica sorda consiga oír el sonido de la lluvia en su ventana. Que quemen lo que quede de mí y que las cenizas sean sopladas al viento para, quizá, ayudar a las flores a crecer. Y si realmente quieres liberar algo, que sea entonces mis defectos, mis debilidades y todos mis prejuicios contra mi semejante. Si haces todo lo que pedí, viviré para siempre.