Canadá miró sin comprender a este extraño frente a él, con la seriedad de su firmeza, la sutileza en su mirar y la vergüenza en el carmesí de sus orejas. Le pareció extraño, bastante extraño; inclusive la sangre en todo su cuerpo paso desapercibida.
— ¿Quién eres?.- le pregunto el rubio, a este niño un par de años menor que él.
— Un muerto, alguien que ya no existe.- dejo caer las monedas al suelo, conservando la billetera como si fuese la reliquia más costosa del universo.— Me olvidarás, no te preocupes. Todos lo hacen