Él no era mi debilidad, era mi fuerza.
Me hizo mejor, me enseñó a amar,
a ser humano. Si alguna vez he hecho
algo noble, fue por él. Si alguna vez
he conocido la bondad, fue por él.
Él era mi razón, mi corazón, mi vida.
Nadie podrá llevarse eso de mí.
Él era mi sol y mi escudo,
mi refugio en la tormenta,
el latido constante que marcaba
mi guerra y la paz que nunca
supe buscar.
Él era el fuego en mis noches vacías,
la risa que rompía el peso del destino,
la mano que sostenía mi gloria,
el nombre que murmuré incluso en la furia.
Sin él, soy un barco sin puerto,
una espada que se rompe al golpear.
Soy eco de un canto que ya no se escucha,
un héroe perdido en la ausencia de su corazón.
Él era todo.
Y sin él, ¿qué soy sino vacío?