Fue entonces cuando la desesperación se apoderó de él. En ese preciso momento se dio cuenta del enorme error que había cometido, y la culpa no dejaba de refregárselo en la cabeza. Había perdido todo con tan sólo perder a esa persona. ¿Qué haría ahora, que se había quedado sin amigos? Su mejor amigo se había suicidado tan misteriosamente que era frustrante, desconcertante al punto de preguntarse todas las noches por qué lo había hecho. Y sí, él lloraba. Las lágrimas eran una pequeña grieta para todo ese dolor dentro de él. Estaba solo ahora, y allí estaba el problema: la soledad era su peor miedo. Le tenía terror. Todo se vio oscuro.

¿Pero saben qué hizo? Siguió adelante a pesar de todo. Se levantó de aquella fatídica caída con determinación, y con ayuda del tiempo sus problemas y miedos se hicieron más pequeños. Todo esto lo había hecho más fuerte, más estable, incluso podría decirse que hasta lo hizo mejor persona. Su miedo a la soledad se convirtió en un anhelo por ella, mientras que su dolor se convirtió en fortaleza. Él sigue luchando hoy en día, porque sabe que tiene una voluntad firme y que puede ser feliz a pesar de su pasado. El dolor sólo nos hace más fuertes y nos da experiencia para ser exitosos en algún futuro, sólo hay que superarlo y mantenerse a flote.
 Este es un pedacito de mi historia.
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Noah. 15 años. Argentina. Hombre.
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