No soy nadie. Tan solo soy polvo en la inmensidad del universo, en la grandeza de mi ser. Una flor marchita de aquel invierno del 2002. Un alma herida que vaga sin rumbo. Fragmentos de un recuerdo feliz, roto por el tiempo. Una sonrisa que jamás será real.

No temo a la muerte, si no a la vida. No temo a los demás, si no a mi misma. No temo al olvido, si no al recuerdo. Recuerdos que lo son todo y a la vez no son nada, porque sigo luchando por cada cicatriz y sigo viviendo por cada instante, por cada segundo que pueda recordarte. Podría contarte mil historias, podría escribirte mil poemas, podría hacer tantas cosas que he decidido no hacer nada. Porque al final eso es lo único que importa. Nada.

No creo ni en el cielo ni en el infierno, creo en nosotros. No creo en Dios ni en el diablo, creo en mi, creo en cada uno de nosotros. No creo en espíritus, creo en almas. No creo en demonios, creo en ángeles.

Te llevaré dentro de mi, donde tienen origen mis pensamientos, donde nacen mis emociones, donde comienzan mis lágrimas. Te llevaré al único lugar donde podrías destruirme, a mi corazón.