Entonces entendí que no bastaba con llorar, ni con solo pensar o ponerme a meditar sobre mi dolor. Comprendí que debía despertar, crear hábitos y confiar en que podía hacer algo mejor.
No era suficiente soportar el dolor de mi cuerpo o de mi mente; necesitaba un cambio real en mi vida. No bastaba con reconocerlo o aceptarlo, debía actuar: por mí, por mi cuerpo, por mi salud mental.
Necesitaba cerrar un capítulo en mi vida y enterrar esa versión de mí que se veía como la víctima.
Necesitaba despertar temprano, hacer ejercicio, dormir bien, comer a las horas correctas, meditar, estudiar, relajarme, salir al parque, unirme a un club de lectura, corregir mi ortografía, ir a terapia, tomar más el sol, escribir más sobre mis sentimientos, aprender a escuchar, educarme, aprender modales, cuidar mi piel, mi rostro, mi cuerpo y mi cabello; estudiar mi interior y sanar todo lo que me estaba dañando. Necesitaba soltar y volver a nacer.
Ya no bastaba con mi talento, ni con la belleza, ni con el dinero, ni con los títulos o los logros: necesitaba educarme, necesitaba un cambio profundo, una verdadera transformación de mente.
Attentamente : Selene