Los días han pasado con velocidad, casi no recuerdo haber hecho mucho durante la semana, es como si me hubiera detenido en el tiempo, justo en ese día. Mi mundo se detuvo cuando fui consciente de la noticia, mi mundo se había ido, mi vida entró en coma, siento que no soy yo, que todo ha sido en vano y no puedo correr realmente; cuánto quisiera que las pesadillas culminen.
No he avanzado ni un ápice desde aquel minuto, tengo la sensación de ardor e hinchazón en los ojos y el desconsuelo incontrolable de quien ha perdido su lugar seguro.
No había sido jamás tan afortunada como cuando te conocí, ni tan desdichada como cuando te perdí. La sensación de desazón y suplicio creí tenerla siempre encima, muy vagamente durante tu contemplación, aliviaste el alma que pensé no tenía; creí estúpidamente que sabía todo de la desolación, había pasado tanto tiempo muerta porque nací descompuesta, pero el que me lo ocacionen, jamás habría imaginado que dolería tanto.
No lo he procesado, no creo poder hacerlo, la vida es efímera dicen, ¿qué pasa si ya no la tienes?, ¿si escapa de tus manos?, vagar como alma en pena es todo lo que hice durante mis primeros 14 años, he vuelto a ello y, en realidad, había olvidado cuán miserable era.
Estoy agotada.