Libre y sin ataduras, se deshacen las cadenas que aprisionaron hace mucho tiempo el alma de un cuerpo débil y deteriorado. Un cuerpo que yace inmóvil entre los escombros de su peor pesadilla, la realidad. 

Que para huir de ella prefirió privarse de la capacidad de ver y existir como una persona cualquiera para encerrarse en la torre más alejada del mundo que existe. Allí esperó por mucho tiempo y ahora, con sus nuevas y brillantes alas, vuela por mundos perfectos e idílicos donde no existe, sino vive, tal y como siempre quiso.
Pues nada es ya como era antes y su alma, lejos de su cuerpo es por fin libre.
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