Obanai salió minutos después, su expresión impasible… pero Giyuu notó cómo sus manos temblaban.
Se acercó. No podía más con solo mirar.
—¿Estás bien? —preguntó con voz baja.
—Siempre me haces la misma pregunta —respondió sin mirarlo.
—Porque siempre me das la misma respuesta. Pero nunca es cierta.
Eso hizo que Obanai lo mirara. Por fin.
Y Giyuu supo, en ese instante, que la grieta ya estaba ahí.
Solo tenía que esperar.