<< Sin siquiera pensarlo, corrió a donde las herramientas y tomó unas pinzas; caminó hasta la cámara y abrió la boca. Con las manos temblorosas, presionó la pinza en una de sus muelas y con fuerza comenzó a torcer. Los gritos eran escalofriantes, de agonía pura… no se detuvo, movía con brusquedad la muela para aflojarla, pero sin ejercer fuerza de más... no quería quebrarla. El tiempo fluía, fue entonces que se hizo presente el característico sabor metálico de la sangre, indicando que iba por el buen camino, segundos después, logró arrancarse la muela. Gritó adolorido, escupió una buena cantidad de sangre; mostró la muela ante la cámara por unos segundos, luego la dejó caer y volvió a repetir el procedimiento.
Más gritos, mucho dolor... tanta sangre. >>